
Sobre mi
Me llamo Victoria, aunque desde siempre me han llamado Nikki.
Desde hace más de 25 años acompaño procesos de transformación emocional, corporal y espiritual. Me formé en danza, psicoterapia artística, ecopsicoterapia, la medicina del consejo , prácticas chamanicas y masaje. He recorrido caminos de sabiduría ancestral, ceremonia y conexión con la naturaleza.
Me formé, y me sigo formando. Porque este es un camino que no termina: se expande, se profundiza y me transforma con cada paso.
Muchas personas me describen como alguien “eternamente feliz”, pero este bienestar no es un regalo: es fruto de un camino profundo, forjado a través de los desafíos, los quiebres y los aprendizajes que la vida me ha ofrecido.
Mi enfoque integra el cuerpo, el arte, la palabra, el silencio y el alma, en espacios de escucha profunda y reconexión con lo esencial.


:
-
Expresión Artística y Espacios de Sanación: Integración de la Danza, la Arteterapia, el Masaje, la Psicoterapia Eco-psicoterapia, las Lecturas de Arena y las Prácticas Ceremoniales.
-
Formación Profesional: Máster en Psicoterapia de Artes Creativas, (ISEP Madrid) Diplomas en Psicoterapia en la Naturaleza y Danza.
-
Desarrollo Profesional: Amplia Formación en Chamanismo, Eco-terapia, Tacto Consciente, Pha Khao Ma Massage Stretch, Reiki, Registros Akashicos y Yoga.
-
Fundadora de Amarasa: El Lenguaje Milenario de la Arena.
Mi Historia
Tenía 13 años cuando mi madre me introdujo por primera vez a un círculo de mujeres. Era una joven aprendiz, y allí descubrí un lenguaje que no se enseñaba en la escuela: el de los ciclos, los elementos, la memoria del cuerpo, lo sagrado de lo cotidiano. Ese fue el inicio de un camino que nunca se ha detenido.
Durante los años, he transitado muchas sendas: la danza como medicina del alma, la psicoterapia como espacio de sanación profunda, el masaje como contacto amoroso, y la ecopsicoterapia como reencuentro con la tierra. Cada aprendizaje me fue llevando más cerca de lo esencial.
Pero hubo un momento que lo cambió todo: un accidente que me dejó frente a un umbral. En esa pausa forzada, cuando todo parecía detenerse, fue cuando más profundamente entendí. Lo aprendido se volvió vida. Las prácticas se volvieron medicina real. El dolor se transformó en maestra.
Desde ahí, mi forma de acompañar se volvió más verdadera, más encarnada. No solo porque sé lo que es atravesar la oscuridad, sino porque he vivido lo que significa encontrar luz dentro de ella.
Hoy sigo caminando, aprendiendo, recordando. Mi historia no está cerrada, porque yo tampoco lo estoy. Pero cada paso me ha acercado más a lo que ahora ofrezco: un espacio donde lo humano y lo sagrado se abrazan.
